Mientras termino de releer "La aventura de ser maestro", cuelgo el útimo epígrafe de un artículo. Es de Jaime Nubiola (La Gaceta de los Negocios, 20 de noviembre de 2007).
"Resulta muy peligroso —para cada uno y para la sociedad en general— que la gente joven en su conjunto haya renunciado puerilmente a pensar. El que toda una generación no tenga apenas interés alguno en las cuestiones centrales del bien común, de la justicia, de la paz social, es muy alarmante. No pensar es realmente peligroso, porque al final son las modas y las corrientes de opinión difundidas por los medios de comunicación las que acaban moldeando el estilo de vida de toda una generación hasta sus menores entresijos. Sabemos bien que si la libertad no se ejerce día a día, el camino del pensamiento acaba siendo invadido por la selva, la sinrazón de los poderosos y las tendencias dominantes en boga.
Pero, ¿qué puede hacerse? Los profesores sabemos bien que no puede obligarse a nadie a pensar, que nada ni nadie puede sustituir esa íntima actividad del espíritu humano que tiene tanto de aventura personal. Lo que sí podemos hacer siempre es empeñarnos en dar ejemplo, en estimular a nuestros alumnos —como aspiraba Wittgenstein— a tener pensamientos propios. Podremos hacerlo a menudo a través de nuestra escucha paciente y, en algunos casos, invitándoles a escribir. No se trata de malgastar nuestra enseñanza lamentándonos de la situación de la juventud actual, sino que más bien hay que hacerse joven para llegar a comprenderles y poder establecer así un puente afectivo que les estimule a pensar."
2 comentarios:
El fin de la historia, el fin del arte.
Últimamente he estado pensando que ya no existen los libros. Los libros como los de antes. Asistiendo a las clases en la facultad de humanidades me doy cuenta de lo que me queda por aprender. Deambulo por pasillos y aulas, entre una masa informe de gente que recibe las mismas asignaturas que yo. Les observo detenidamente y no reaccionan ante lo que el profesor dice. Paseo la mirada entre setenta y siete cabezas poco interesadas que al parecer no poseen ni una pizca de curiosidad. Son setenta y siete cerebros pasivos.
Oyen de boca del profesor: “el arte ha muerto”; lo escuchan, se lo creen. Nada más salir de los labios del sabio de turno lo interiorizan. No se preguntan al respecto. El objetivo del docente ha caído en saco roto. Oyen: “la historia a muerto, la historia es ficción” y la única respuesta es un rotundo silencio.
Y digo que ya no se escriben libros como los de antes porque ya no hay objetivos como los de antes. Ya nada es como antes. Antes. Ese tiempo que no viví pero del que veo los frutos. Pero entre mi generación sólo hay indiferencia, son una gran cantidad de individuos sin brillo, sin distinción. Ese fulgor en los ojos, el resplandor de la inteligencia aprovechada no existe ya.
Hace unos días me dijo- un castellano, de castilla- que la esencia del conocimiento es el desconocimiento, que saber lo que se ignora es aprender a saber. Y habló de los libros de antaño, habló del Quijote y de lo absurdo de escribir un libro que no podría ser leído, porque el ochenta por ciento de la población de entonces era analfabeta. Nos explicó cuál era el objetivo de Cervantes. ¡Un objetivo!
Y ya no existen libros como los de antaño porque ya no vive gente con propósitos. Porque ahora mismo, en pleno siglo XXI, no hay un elevado porcentaje de analfabetismo pero sí de carencia de metas. Ya nadie pretende escribir enunciados rotundos, fuertes, importantes y prifundos que tengan un fin que no sea convertirse en el próximo “best seller”.
Sé que el arte no ha muerto, quizás debamos sólo replantearnos qué es arte. Sé que la historia se escribe, que no es ficción, que sólo es cuestión de tiempo que alguno hable de nosotros como hablamos nosotros de nuestros antepasados, pero lo que sí sé, por penoso que sea, es que la literatura ha muerto.
Carmina... cómo te ha dado de sí el poco tiempo que llevas en la Facultad. Mi opinión: lo has clavado. Me refiero al meollo del problema. Esta rebeldía es tu mejor cualidad. Por eso a mí jamás me gustó el prototipo de alumno "manso", aquél que pregunta sólo lo que entra en el examen pero nunca te discute ni te planta cara.
Tu comentario es un artículo de opinión. ¿Por qué no lo mandas a algún periódico ?
Ya avisarás el día que en clase te levantes y digas: "No" o "Yo pienso..." Estoy segura de que no tardarás demasiado.
Besiños, guapa.
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