domingo, 7 de septiembre de 2008

Echar un cable



Érase una vez un alumno que atendía en clase, consultaba sus dudas y estudiaba.


Llegaba el día del examen y el temor lo paralizaba. Durante tiempo no pudo superar un solo control.


Pero el profesor sabía que sabía.


Un día cualquiera, en hora de clase, lo hizo salir a la pizarra. Era algo habitual. Salir a la pizarra para realizar un ejercicio mientras los demás compañeros lo hacían en su libreta.


El ejercicio era completo. Había que aplicar los conocimientos adquiridos durante la evaluación.


El alumno frente a la pizarra. Era un día normal. Y él cogió la tiza y empezó a llenar el encerado. Se paraba de cuando en cuando para pensar... y seguía.
"Ya está, Sr. Estil-les"


Ni un error.


Acabó la clase y el profesor le pidió que esperara. Salieron todos del aula.


"Tienes un 10. Enhorabuena. Has hecho un buen examen".


"¿Examen?"...


El profesor sólo cambió algo. No le dijo que lo estaba examinando. Y desapareció el temor. Y el alumno pudo demostrar lo que sabía. Ganó en confianza. Y, poco a poco, fue perdiendo el miedo.


A veces nos falta ese mínimo de bondad, ese esfuerzo por encontrar el punto fuerte del alumno que fracasa una y otra vez. A veces nos hace falta un poco de empatía, que no es blandenguería. A veces sólo hace falta creer en los alumnos, querer a los alumnos. Y centrarnos en los más débiles.


Gracias, papá. Gracias por contarme historias reales como ésta; me enseñaron cómo se moldea el corazón del maestro.




3 comentarios:

mireia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mireia dijo...

Me parece bien que en puertas del comienzo de curso salga al aire algún suceso cotidiano que en su momento nos conmovió o nos hizo gracia.

Comienzo de curso. Era la hora de comer y los de E. Infantil, en este caso 3 años, recostados sobre la silla, la mirada perdida en sus recuerdos: la voz de su madre, los sabores familiares... Pasó una profesora y por decir algo preguntó:
-"Albert ¿de dónde eres?
-Soy catalán pero tengo sangre aragonesa

Carlitos, a su lado, se notó excluido de esta conversación e intervino:
"Yo no tengo zangre aragoneza, pero tengo un apartamento en Zalou.”

Hoy Albert y Carlos son insignes abogados. Uno con su sangre aragonesa y el otro con su apartamento en Salou
7 de septiembre de 2008 12:45

sunsi dijo...

Aún recuerdo los relojes que le pintabas a Chus. Hace...¿18 años?