miércoles, 24 de septiembre de 2008

La aventura de ser maestro. El factor tiempo.


Estoy leyendo una ponencia del Profesor Dr. José M. Esteve. El título: "La aventura de ser maestro" (XXXI Jornadas de Centros Educativos. Pamplona , 4 de febrero de 2003).


Igual alguien me toma por loca si confieso que me emociono con su lectura. Pues sí, me emociono. Es un ensayo escrito para que sirva, para que sea útil. Ni un atisbo de lucimiento personal, ni una alusión a tópicos desgastados.


Me lo ha pasado Mireia Lodroño y creo que no debo quedármelo para mí. Pero es suficientemente largo como para transcribirlo entero y de una atacada. Así que lo voy a ir dosificando, como las perlas de Gracián. Y empiezo ... por el principio ... por los inicios de este insigne profesor.


"Como casi todo el mundo, yo me inicié en la enseñanza con altas dosis de ansiedad; quizás porque, como he escrito en otra parte, nadie nos enseña a ser profesores y tenemos que aprehenderlo nosotros mismos por ensayo y error. Aún me acuerdo de mi primer día de clase: toda mi seguridad superficial se fue abajo al oír una voz femenina a mi espalda: "¡Qué cara de crío. A éste nos lo comemos!". Aún me acuerdo de mi miedo a que se me acabara la materia que me había preparado para cada clase, a que un alumno me hiciera preguntas comprometidas, a perder un folio de mis apuntes y no poder seguir la clase... Aún me acuerdo de la tensión diaria para aparentar un serio academicismo, para aparentar que todo estaba bajo control, para aparentar una sabiduría que estaba lejos de poseer...


Luego, con el paso del tiempo, corrigiendo errores y apuntalando lo positivo, pude abandonar las apariencias y me gané la libertad de ser profesor: la libertad de estar en clase con seguridad en mí mismo, con un buen conocimiento de lo que se puede y no se puede hacer en clase; la libertad de decir lo que pienso, de ensayar nuevas técnicas para explicar un tema, de cambiar formas y modificar contenidos.


Y con la libertad llegó la alegría: la alegría de sentirme útil a los demás, la alegría de una alta valoración de mi trabajo, la alegría de haber ecapado a la rutina convirtiendo cada clase en una aventura y en un reto intelectual"







2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me dedico a la enseñanza, pero sé de qué hablas. El miedo te paraliza, pone freno a la creatividad... porque, efectivamente, nadie te enseña a ser profesor (o arquitecto o abogado o...)
Entonces te das cuenta que ya puedes ir olvidando lo aprendido y sacar el máximo partido al ensayo&error y del "factor tiempo" :)

mireia dijo...

Dar tiempo al tiempo, ahí está el secreto.
Y evitar calificaciones que son como apellidos, unidos al nombre para siempre:distraído, no se entera,va a la suya, no sabe lo que es trabajar...
Y profesores:se lo comen, va de colega y no conseguirá nada, no quiere tener problemas...
Tiempo al tiempo. Podría escribir una lista larga larga de profesores excelentes que al comienzo no apuntaban maneras, y de alumnos magníficos profesionales hoy, que en su momento no daban un palo al agua.
Lo dicho: tiempo al tiempo