viernes, 5 de septiembre de 2008

¿Tragar o aprender?

Hace bastante tiempo. No obstante, creo que podríamos citar la frase del poeta… “como decíamos ayer”. Pedro Piqueras entrevistaba a Mª Jesús Sansegundo. La entonces ministra de Educación pronunció en varias de sus respuestas la palabra ESFUERZO y colocó la tilde en la formación permanente del profesorado. ¡Bingo! Qué lástima no haber podido colar en su carpeta algún estudio del filósofo Alfonso López Quintás.

Su proyecto educativo, “Escuela de Pensamiento y Creatividad”, pretende dar un giro radical, diría que de 180º, al concepto de enseñanza. Si las nuevas tecnologías avanzan dando zancadas y podemos acceder a cualquier información con un simple “clic”, “en el momento actual –asegura López Quintás- lo que procede no es tanto a niños y jóvenes lo que los adultos hemos aprendido (...) sino ayudarles a ”.

¡Menuda utopía!. ¿O menudo reto?. Ante un cambio de panorama se hace necesaria una reflexión coherente y comprometida. ¿Por qué y para qué los niños pasan un buen número de años en las aulas de una escuela?. ¿Para que “engullan” datos, definiciones, fórmulas... y “vomiten” en un examen o para que aprendan a pensar con rigor?. En el primer caso, los alumnos perciben la información como algo externo a ellos; la reciben de forma pasiva. El que instruye lanza mensajes a un sujeto sin poner en juego su voluntad y creatividad. No comunica porque no se ha producido lo que L. Quintás denomina “encuentro” . Y el alumno decide que aquello no le interesa porque no logra conectarlo con su realidad; no le sirve.

Enseñar a razonar es otro asunto y obliga a revisar algunos tópicos .
Una hora de clase no tiene por qué ser la repetición sistemática de lo que ya viene en el texto; los alumnos saben leer. Proporcionar herramientas y material para que el estudiante descubra por sí mismo lo que el maestro podría haber expuesto en menos tiempo no degrada la función del docente; antes bien, le exige un mayor grado de preparación. El examen-de-toda-la-vida no es el único método de evaluación; este sistema, si es persistente y abusivo, tiene efectos conductistas nefastos. Impide entender que lo que es susceptible de ser aprendido se aprehende si deja poso, si genera recursos para futuros aprendizajes; aunque se olviden los datos, las definiciones y las fórmulas.
López Quintás explica de forma gráfica que enseñar a “tragar”se basa en realizar “ acciones que van de nosotros a las realidades del entorno y allí terminan. Doy un empujón a un libro y éste se desplaza. No hay reacción por su parte a mi iniciativa. Yo he tenido todo el protagonismo. He realizado una acción coactiva. He mandado, y el libro ha obedecido mi mandato ciegamente.” Sin embargo, “las acciones dirigidas a una inteligencia y a una voluntad libres no son coactivas sino suscitadoras.” Suscitar, guiar desde fuera para enriquecer lo que hay dentro y pueda fluir como actividad creadora, interpelar a la razón de cada individuo para que conforme sus propias estructuras mentales. Porque “todo pende en nuestra existencia del ideal que asumamos como propio”.

1 comentario:

sunsi dijo...

Este artículo lo escribí hace un par de años. Lo he leído varias veces como si no lo hubiera escrito yo... porque en realidad sólo es una forma de interpretar a López Quintás.

Para quien tenga tiempo, rastread los escritos de este autor. Sus ideas son como ellibro de cabecera de cualquier docente. Casi roza la utopía, peromejor eso que el conformismo.