Lo tenía archivado desde hace tiempo. Creo que me lo envió mi hermano Jou. Es de aquellos artículos que se caracterizan por su estructura casi perfecta y por su clímax. Excelente.
Mientras repaso las "perlas" de Gracián lo cuelgo. Se acerca septiembre.
Les aseguro que no les dejará indiferentes. Corrijo: creo que no los dejará indiferentes... si tienen pasión por enseñar.
Por Mex Urtizberea
Para LA NACION
Hay tantas clases de clases como clases.
Hay tantas clases de clases como clases.
Una de ellas es la de las inolvidables: recuerdo una clase de literatura en la que el profesor abordaba Don Quijote de la Mancha; de pronto, con un gesto vehemente abre el libro y se embarca a leernos el pasaje donde el Quijote muere. Entonces, el profesor empieza a llorar, llora mientras lo lee, cada vez más desconsoladamente, con un último hilo de voz llega hasta el punto final. Cierra el libro, saca un pañuelo, se recompone un poco y dice: “Hemos perdido a un gran hombre”. En el aula no vuela una mosca, fascinados por la escena. Después íbamos a enterarnos de que en todos los cursos este profesor repetía la misma escena de llanto emocionado en el mismo pasaje del libro. Era su pequeño y pícaro aporte para que nos interesásemos por la literatura.
Hay tantas clases de escuelas como escuelas.
Un padre me comenta, asombrado, que en la escuela de su hijo no le permiten que vaya con el pelo largo. Cuando se acerca a hablar con la directora para defender el derecho de su hijo a tener el cabello como guste, ella le explica que es por el tema de la pediculosis. Al padre no le parece muy razonable la respuesta, siendo que las chicas sí pueden llevar el pelo largo, y le plantea que, en todo caso, su hijo puede atárselo. En fin, señor, termina confesando la directora, ocurre que no queremos acá chicos anormales.
Hay tantas clases de docentes como docentes.
Una profesora me cuenta esta experiencia personal: en una prueba escrita descubre a una alumna con las manos debajo del banco, se acerca y le encuentra su machete escondido. No se enoja, no le grita, no hace público el hecho, no la pone en evidencia frente a sus compañeros, no la expone para que el resto escarmiente; en el más absoluto silencio le retira la hoja y le pone un 1. Días después, le toma el recuperatorio y, ya al final de la hora, vuelve a descubrir a la chica con las manos debajo del banco. Se acerca, resignada, y encuentra que lo que escondía esta vez su alumna era un ramito de jazmines. Son para usted, le dice, y se lo entrega junto con el examen terminado y con la mayoría de los puntos bien resueltos. Todo chico valora ser respetado, me comenta la profesora, todo chico merece ser respetado. Porque son chicos, y están aprendiendo.
Hay tantas clases de chicos como chicos.
Únicos e irrepetibles, cada uno con su mochila de problemas y de talentos; a lo mejor, la escuela debería esforzarse por contemplarlos en particularidad, para que cada uno desarrolle lo que tiene para desarrollar, también único e irrepetible, más allá de lo que indican los programas con sus objetivos tan generales.
Hay tantas clases de pasiones como pasiones.
La pasión por enseñar es una de ellas, y da la casualidad de que es esta pasión la que puede despertar la pasión por aprender.
Hay tantas clases de comienzos como comienzos, ojalá sea éste un comienzo de clases totalmente apasionado para todos los docentes y para todos los chicos.
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2 comentarios:
Hola. Aplaudo esta maravillosa idea que has tenido de incluir un blog de educación dentro de tu blog. Soy profesor y comparto todas las reflexiones que habéis hecho hasta ahora. Quisiera simplemente exponer que estoy de acuerdo en que a cada alumno hay que tratarlo como a una persona y con exquisito respeto, del que parece que actualmente carecen ellos. Me ocurrió lo mismo que le pasa a la profesora cuando descubre que la alumna le copia, pero con un alumno en la universidad: con absoluta discreción le quité la chuleta y él se fue. Al día siguiente vino a darme las gracias porque nadie se enterara y agradecerme profundamente el que le hubiera pillado, pues le hizo reflexionar que lo realmente importante era aprender y no engañar al profesor y, peor aún, a él mismo. Desde ese día decidió estudiar, y mejoró las notas en todas las asignaturas.
Gracias, Martín. Echaba de menos algún comentario.
Supongo que lo importante es dar en la diana de la persona-alumno.
Disculpa que no me alargue. Hoy ha sido un día duro. Se me fue mi Antonieta, una amiga del alma que ha muerto de cáncer.
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