dice...
NO SER UN REGISTRO DE FALTAS AJENAS
"Ocuparse de las faltas ajenas es señal de tener maltrecha la fama propia.
Algunos querrían disimular, si no lavar, las manchas propias con las de otros; o se consuelan, que es el consuelo de los necios.
A éstos les huele mal la boca, porque son los albañales de las ruines inmundicias.
En estos asuntos el que más escarba más se enloda.
Pocos se escapan de un defecto personal, hereditario o no.
El prudente debe huir de ser un registro de faltas ajenas.
Así no será una aborrecida lista negra, viva, pero inhumana"
NO SER UN REGISTRO DE FALTAS AJENAS
"Ocuparse de las faltas ajenas es señal de tener maltrecha la fama propia.
Algunos querrían disimular, si no lavar, las manchas propias con las de otros; o se consuelan, que es el consuelo de los necios.
A éstos les huele mal la boca, porque son los albañales de las ruines inmundicias.
En estos asuntos el que más escarba más se enloda.
Pocos se escapan de un defecto personal, hereditario o no.
El prudente debe huir de ser un registro de faltas ajenas.
Así no será una aborrecida lista negra, viva, pero inhumana"
Como puede observarse, eta “perla” encaja en cualquier posición de poder... cuando el poder no se entiende como un servicio a la persona.
En otra entrada mencioné esas medallas ajenas que nos podemos colgar como propias. En este caso, estar en las alturas puede llevarnos por un peligroso plano inclinado, hasta tocar fondo. Y acabar con un traje sucio, atiborrado de lamparones que hemos creído ver en el docente que pertenece a la clase-tropa. Hago hincapié en hemos creído ver por lo que sigue.
Si recuerdan aquellas cuatro nociones de literatura en las que aprendimos los puntos de vista de la narración, se entiende mejor. El que ocupa una posición desde arriba no es un narrador omnisciente que crea un personaje y lo conduce con unos hilos invisibles hasta el final de la novela. El narrador omnisciente conoce todo de su personaje... porque lo ha creado. En la vida real nadie puede asumir este papel. Nadie conoce la intención de un acto humano. Nadie puede robar la conciencia de nadie ni forzarla. Nadie puede, basándose en una indumentaria, en un gesto, en algunos detalles insustanciales e inconexos, emitir un juicio de valor. "No juzguéis y no seréis juzgados"
El que está arriba no puede, no debe ser narrador. Es un lector al que, además , le compete hacer un comentario de texto. Pero primero hay que leer, si es necesario dos veces... también la letra pequeña. Tiene frente a él un panorama que le exige una responsabilidad que puede incluso quitar el sueño. Entre ellas, una de las más importantes es cuidar al docente que, en definitiva, es el que se hace cargo del aula. Ello conlleva fomentar un clima de confianza, de camaradería, de refuerzo positivo. El educador se crece con las palabras de aliento y puede romperse cuando sólo se le cita para que rinda cuentas de los defectos captados a vista de pájaro.
El que está arriba es una pieza clave. De su buena o mala gestión, del trato que da a su plantilla, depende muchas veces el buen funcionamiento de una escuela.
“El prudente debe huir de ser un registro de faltas ajenas”.
En otra entrada mencioné esas medallas ajenas que nos podemos colgar como propias. En este caso, estar en las alturas puede llevarnos por un peligroso plano inclinado, hasta tocar fondo. Y acabar con un traje sucio, atiborrado de lamparones que hemos creído ver en el docente que pertenece a la clase-tropa. Hago hincapié en hemos creído ver por lo que sigue.
Si recuerdan aquellas cuatro nociones de literatura en las que aprendimos los puntos de vista de la narración, se entiende mejor. El que ocupa una posición desde arriba no es un narrador omnisciente que crea un personaje y lo conduce con unos hilos invisibles hasta el final de la novela. El narrador omnisciente conoce todo de su personaje... porque lo ha creado. En la vida real nadie puede asumir este papel. Nadie conoce la intención de un acto humano. Nadie puede robar la conciencia de nadie ni forzarla. Nadie puede, basándose en una indumentaria, en un gesto, en algunos detalles insustanciales e inconexos, emitir un juicio de valor. "No juzguéis y no seréis juzgados"
El que está arriba no puede, no debe ser narrador. Es un lector al que, además , le compete hacer un comentario de texto. Pero primero hay que leer, si es necesario dos veces... también la letra pequeña. Tiene frente a él un panorama que le exige una responsabilidad que puede incluso quitar el sueño. Entre ellas, una de las más importantes es cuidar al docente que, en definitiva, es el que se hace cargo del aula. Ello conlleva fomentar un clima de confianza, de camaradería, de refuerzo positivo. El educador se crece con las palabras de aliento y puede romperse cuando sólo se le cita para que rinda cuentas de los defectos captados a vista de pájaro.
El que está arriba es una pieza clave. De su buena o mala gestión, del trato que da a su plantilla, depende muchas veces el buen funcionamiento de una escuela.
“El prudente debe huir de ser un registro de faltas ajenas”.
En este punto seguiría con la bondad y la presunción de inocencia. Lo dejo para otro rato.